El boom de los productos ecológicos

Al lado de mi casa han abierto un supermercado ecológico y a la vuelta de la esquina hay otro súper que tiene un apartado especial de productos ecológicos. El otro día estábamos haciendo la compra y un niño de unos diez años no paraba de preguntar a su madre: “mamá, ¿esto es ecológico? ¿Y esto?”. El niño estaba obsesionado con los productos ecológicos, a buen seguro que porque sus padres los suelen comprar.

En nuestro caso, lo ecológico no llega a la obsesión pero sí mostramos interés hacia esta tendencia del mercado alimentario. El otro día, por ejemplo, sorprendí a mi mujer leyendo las  propiedades de la leche de avena debido a las ‘presiones’ de algunos compañeros de la oficina.

Según me cuenta hay un grupo de compañeros bastante jóvenes que llevan siempre comida ecológica y que casi compiten entre sí para ver quién lleva el plato más raro… y ecológico, por supuesto. El tofu es el nuevo pollo y las algas la nueva lechuga. Se sienten mejor comiendo así y algunos compañeros que se meten una hamburguesa de carne de vacuno entre pecho y espalda les miran con cierto recelo y piensan: “¿cómo pueden estar tan felices con una ensalada de tofu, con la mal que sabe?”.

Un día mi mujer llegó a casa diciendo que teníamos que ir corriendo a ese supermercado ecológico que hay al lado de casa. Se supone que, desde un punto de vista legal, los productos ecológicos deben llevar un logo que atestigüe que lo son. De esta forma, se asegura que no han sido usados productos químicos en su elaboración. Eso es lo que me dice mi mujer cuando me habla maravillas de las propiedades de la leche de avena. Sí, ella también ha dejado la leche de vaca porque es lo peor de lo peor.

¿Son realmente más sanos los alimentos ecológicos? Según la OCU, no hay evidencias científicas de que sean mejores, ni peores. Lo que está claro es que es un negocio al alza que tiene obnubilados a millones de personas en todo el mundo y que, no cabe duda, irá a más en los próximos años.

Mejor que sobre que no que falte

Los modos de vida están cambiando con rapidez. Cada vez hay más personas que deciden vivir de forma independiente y no emparejarse. Los ‘singles’ se enorgullecen de sentirse libres, de hacer lo que quieren cuando quieren y de tener la casa para ellos solos, sin tener que rendir cuentas a nadie.

La mayoría de mis amigos son ‘singles’ convencidos, y de vez en cuando me toca pasar una velada en sus casas. Hay varios puntos en común en la mayoría de ellas. Por ejemplo, la alergia a tener cubiertos de sobra. Está claro que mis amigos no son fans de las  tiendas menaje hogar. Es posible que alguno no haya pisado nunca una tienda de este tipo, al menos esa es la sensación que me queda cuando voy a comer  a sus casas.

El otro día quedamos en casa de un amigo para ver un partido de fútbol. Todo un clásico entre amigotes españoles. Por h o por b, resulta que al final casi todos se dieron de baja en el último momento y me tocó estar solo con mi amigo en su casa. Pedimos comida india para cenar y cuando llegó el momento de poner la mesa, sorpresa… No había suficientes tenedores. Esto es, solo había un tenedor. Por supuesto, nos echamos unas risas pensando en qué hubiese pasado si todos los que decían que iban a venir hubiesen acudido realmente a la cita.

Cuando llegó el momento de explicarse, me dijo que no lo había pensado, que creía que pediríamos unas pizzas o hamburguesas o algo así y que no serían necesarios los cubiertos… Que cuando llegó a esa casa no había nada, ni un plato siquiera, así que compró lo mínimo necesario para luego no tener que cargar con más de la cuenta cuando tuviese que hacer las maletas otra vez.  

Entonces le comenté si había alguna tiendas menaje hogar cercana para comprar un tenedor, por lo menos… Pero su solución fue diferente: me cedió a mí él único tenedor disponible, y él se decidió a comer con una cuchara. Para otra vez, pedimos pizzas…