Formas de vivir y morir 

Suelo pensar cada cierto tiempo en qué pasaría si me diagnosticasen alguna enfermedad grave. ¡Menudo pasatiempo, pensar en enfermedades! Bueno, es mi forma de ser. Me pongo en lo peor cada cierto tiempo. No sé si lo hago para estar preparado por si acaso o por algún tipo de paranoia. No lo sé, tampoco me crea muchos problemas pero así sucede. 

Supongo que influye la historia de mi abuelo al que un día le dijeron que tenía un tumor pancreas y al poco murió. Él no temía a la muerte ni temía a nada de nada pero cuando se vio con pie y medio en el otro mundo se arrepintió de no haber podido cerrar algunas cosas, tanto familiares como negocios y cosas así. Según luego me contó mi padre no quiso saber nada del cáncer hasta que ya era totalmente irreversible.

Tiene que ser muy duro para la familia más cercana cuando el eje familiar sobre el que gira casi todo se va dejando un montón de temas sin cerrar. Todo le recae entonces o bien a la mujer o a alguno de los hijos y muchas veces nadie saben afrontarlo porque el fallecido no ha querido hablar de nada de ello hasta el último instante.

Un tumor páncreas se llevó a mi abuelo en pocos meses. ¿Y si me pasa a mí? Dicen que cuando tienes hijos empiezas arriesgar menos porque te sientes más responsable. Yo nunca he sido de arriesgar, así que ahora que soy padre todavía menos. Pero intento cuidarme lo más posible, más que antes, porque aunque no creo que haya nadie imprescindible en este mundo, ni siquiera un padre o una madre, si es evidente que nadie va a querer a nuestro hijo de forma incondicional tal y como lo hacemos nosotros.

Así que decir que me da miedo morir por no dejar a mi hijo solo puede sonar algo presuntuoso pero en parte es así. Desde luego, lo que no voy a hacer es creerme inmortal como mi abuelo y pasar de mi salud hasta la última semana.