REGALAR ROPA ES MEJOR QUE REGALOS

Los niños de hoy en día tienen de todo, por lo que he decidido que en los cumpleaños de los hijos de mis amigos les voy a regalar ropa, que es lo que me regalaba a mí la madre de uno de mis amigos del colegio, era algo que no es que me encantase pero por lo menos le daba mucha más utilidad que a la mayoría de los regalos que recibía en mi cumpleaños. A los niños a lo mejor no les hace mucha ilusión pero tienen que entender que no se les va a regalar siempre lo que quieren, aunque si les empiezo a regalar ropa al principio me van a mirar raro, pero es lo que hay.

 

Con las niñas lo tengo un poco más complicado porque tienen mucha más ropa que los niños y cada una tiene sus propios gustos que no son iguales entre unas y otras, lo que a una le puede encantar a otra le puede horrorizar. Además, algunos padre van a tener que buscar en internet una página en la que Comprar Armarios para niños online dada la cantidad de ropa que tienen sus hijos. Tengo una pareja de amigos que tienen dos hijas y casi cada fin de semana su madre le sigue comprando más y más ropa, no se da cuenta de que ya tienen más que suficiente, seguro que más de la mitad de la ropa que tienen la usan una vez y se les olvida que la tienen. No creo que sea bueno para las niñas tener tanta ropa, pero como a la madre no se le puede decir nada porque como se lo digas se pone hecha una hidra y no hay quien la aguante, por eso cuando voy a su casa no doy muchas opiniones porque normalmente acabamos discutiendo por nada. A esas niñas por ejemplo no les puedo regalar ropa, ya que seguro que su madre me la tiraría a la cara por el mero hecho de que no les gustaba.

 

Aún así creo que estoy en los correcto cuando pienso en regalar ropa a los niños en sus cumpleaños.

Genios, pesados e hipocondriacos

No soy hipocondríaco pero conozco bastantes personas con ese trastorno: es el miedo a padecer enfermedades, generalmente graves y/o mortales. Este miedo a menudo puede transformarse en ansiedad y ocasionar trastornos reales que no tiene que ver con la enfermedad que atemoriza al hipocondríaco. Una paradoja que se hace visible en muchas personas.

Uno de los primeros hipocondriacos que conocí fue a Woody Allen… no le conocí directamente pero casi: sus películas son tan autobiográficos que es como un amigo. Escucharle hablar por teléfono y decir a su psiquiatra: “necesito una cita, he notado que tengo carcinoma de estomago”, no tiene precio… siempre, claro está, en un contexto humorístico.

Es muy habitual que en sus películas los personajes que interpreta tengan algún conato de enfermedad o alguna paranoia vinculada a algún trastorno grave. Y luego la cosa nunca pasa a mayores. Allen puede resultar entrañable en sus películas pero estoy convencido de que no lo es tanto en la vida real… como el resto de hipocondriacos. Porque los hipocondriacos pueden resultar muy pesados, hasta el punto de que la enfermedad le sale a uno, solo de de escucharles…

Y luego están los médicos que le confunden a uno con un hipocondriaco. Una vez fui a mi médico de cabecera porque creía que tenía un problema. No, no se trataba de temor a padecer carcinoma de estomago, sino algo más habitual y menos grave. Y no era un temor. Lo había analizado de forma racional, contrastado con información que había obtenido en internet (que puede ser un arma de doble filo, es verdad) y me presenté en la consulta, diciendo: “tengo esto”.

La doctora, desde el principio, no me hizo mucho caso. Solicitó una prueba a regañadientes y en esta no se vio nada. Pero yo sabía que tenía algo. A pesar de todo, me llegué a sentir un poco Woody Allen, porque nadie me hacía caso, incluso con datos médicos. Logré mantenerme tranquilo pero decidido, se trataba de mi cuerpo y yo sabía lo que había. Al final, se hizo una segunda prueba, y luego una tercera, y al final yo tenía razón. Fue mi época de judío neoyorquino vagando por los pasillos de los hospitales pidiendo un poco de atención…