El salón como campo de juego

El salón era nuestro y ahora es suyo. Nuestro hijo ha ocupado el territorio en el que, no hace mucho, sus padres descansaban, comían, dormían la siesta o veían la televisión. Ahora ya no descansamos en el salón, la siesta es imposible y la televisión solo pasa dibujos animados. Al menos podemos comer, pero rapidito…

La culpa no es suya, claro. Decidimos ir colocándole juguetes en el salón porque la habitación donde duerme es un poco pequeña y ahora más todavía desde que le colocamos una cama y quitamos la vieja cuna. Hicimos algunos cambios en el salón para que fuera un poco apta para él. Por ejemplo, colocamos un armario de baja altura que puede usar para guardar los juguetes, pero también como mesa para jugar. Muy útil, la verdad. 

También pusimos cortinas verticales baratas que dejaran pasar la luz pero aislaran un poco ya que nosotros no teníamos ninguna cortina ya que tampoco encendíamos mucho la luz. Como dije antes, el salón para nosotros era más bien un lugar de descanso así que no necesitábamos tapar las ventanas para evitar miradas indiscretas. Pero con el niño es diferente: ahora pasamos mucho tiempo todos juntos en el salón con la luz encendida y tampoco podemos ser la atracción del vecindario. 

Cuando era más pequeño era más fácil de controlar pero ahora el salón es definitivamente su territorio y los papás somos solo invitados a su fiesta. Así que nosotros hemos empezado a ver otros lugares de la casa de otro modo, viendo más posibilidades a las habitaciones más pequeñas. En mi caso, tengo un despacho en el que trabajo la mayor parte del tiempo, pero ahora también leo o, incluso, hasta como. 

En ocasiones entro en el salón mientras el niño está jugando y se esconde detrás de las cortinas verticales baratas y sale gritando ¡papá! y me da unos sustos de muerte. Pero bien. Solo espero que en el futuro no nos niegue la entrada en su territorio y nos haga firmar permisos de residencia como si fuera Donald Trump en Estados Unidos con los inmigrantes.

LA INTOLERANCIA A LA LACTOSA NO ES DE BROMA

No entiendo porqué hoy en día hay tanto intolerante a la lactosa, no hace tantos años ser intolerante a la lactosa era casi impensable. ¿Quien iba a pensar que la leche no era buena para un montón de gente? Pues a decir verdad nadie, pero la verdad era otra muy distinta. Personalmente, creo que solamente conozco a una persona que me haya dicho abiertamente que era intolerante a la lactosa. Siempre que vamos a cenar a su casa solemos cenar pizza y siempre me pide que le compre el queso sin lactosa que le gusta para poder echarle a la pizza y no pasarse la noche echándose ventosidades y asfixiando a su pareja.

 

La gente intolerante a la lactosa tiene que estar bastante atenta a lo que come fuera de casa, porque lo más probable es que puedan comer algo que lleve lactosa sin ellos saberlo y las consecuencias que ello conlleva.

 

Personalmente, creo que los que no somos intolerantes a  la lactosa somos muy afortunados porque podemos comer cualquier cosa sin preocuparnos si nos va a sentar mal o no. Podemos comer helados y cosas que sabemos que seguramente contengan lactosa sin ninguna clase de preocupación y eso es una liberación. Imaginaos que no podéis comer helado por una cosa así, creo que no podría soportarlo y estoy seguro de que el resto pensará igual que yo. Creo que la leche está muy sobrevalorada pero hay que reconocer que con la leche se pueden hacer otras cosas que sí que están buenas.

 

Hoy en día creo que los intolerantes a la lactosa tienen muchas más opciones de las que tenían no hace muchos años, y pienso que esto es porque han crecido el número de intolerantes a la lactosa en todo el mundo. Tienen un montón de productos para poder elegir, como diferentes tipos de leche y también disponen de quesos libres de lactosa que no les van a sentar mal.

 

Doy gracias por no tener que sufrir esta enfermedad y poder comer lo que me dé la gana sin tener que preocuparme por si me va a sentar bien o no.