Cuidando la salud y la majestuosidad de tus gigantes verdes con manos expertas y seguras

Desde que empecé a implicarme a fondo en cada árbol que visito dentro de la provincia termal, comprendí que una buena empresa de poda de árboles en Ourense no es solo un grupo de operarios con sierras y herramientas: es un equipo que fusiona conocimientos botánicos, experiencia práctica y un genuino respeto por el patrimonio natural que da vida a parques, jardines y paseos urbanos. Aquella mañana de invierno en la que me presenté frente a un viejo roble centenario, aprendí que la poda profesional implica mucho más que cortar ramas: es el arte de dialogar con el árbol, interpretar sus necesidades y garantizar su seguridad.

Cuando observo las copas cargadas de ramas secas o aquellas vigorosas que crecen desordenadas hacia el tendido eléctrico, mi mente repasa una infinidad de técnicas y criterios que he ido desarrollando tras visitar cientos de ejemplares. Por ejemplo, la poda de formación requiere una mirada paciente y planificada; desde las primeras etapas de crecimiento de un árbol joven, selecciono meticulosamente cada rama para fomentar una estructura equilibrada que soporte el paso de las estaciones y minimice el riesgo de fracturas por viento o peso. Aquella acacia que asistí hace unos años, con su tronco afinándose en forma de balaustrada, me enseñó que un corte erróneo a destiempo puede desencadenar un desequilibrio que obligue a intervenciones más agresivas en el futuro.

Al mismo tiempo, la limpieza de copa se convierte en un gesto de salud para ejemplares maduros que, tras años de crecimiento, acumulan follaje muerto y ramas superpuestas. Mientras subo con arnés y poleas al interior de la copa, aplico técnicas de esqueleto suave: retiro madera muerta, despejo los ejes principales y dejo respirar el interior del árbol para reducir la presión de fuertes rachas de viento y evitar la pudrición interna. Recuerdo un castaño que presentaba cavidades en la base, donde aprovecharon los plagas para instalarse; tras la limpieza y un tratamiento localizado con fungicidas naturales, aquel gigante recuperó su aspecto majestuoso y los paseantes volvieron a detenerse bajo su sombra sin temor.

Luego está la reducción de copa, un procedimiento delicado para quienes desean conservar el porte del árbol sin que estorbe al cableado o las fachadas colindantes. Ajusto cada corte para rebajar altura y diámetro, siempre siguiendo las directrices de la ley de Ingenieros de Montes, y cuidando de no eliminar más de un tercio de la masa foliar en una sola intervención. Mi objetivo es mantener la forma natural del árbol, y para ello selecciono las ramas laterales que garanticen un reparto armónico del follaje. El violáceo mosaico que crea una jacaranda en flor debe presentarse ligero y firme, no tumbado por el exceso de peso.

La época adecuada para podar se decide según la especie, su fase vegetativa y las condiciones climáticas. Mientras en especies caducifolias como los fresnos aprovecho la parada invernal para actuar con rapidez y sin estrés para el árbol, en coníferas evito las heladas extremas y trabajo a finales de invierno, antes de que emerja el brote. En tipos más sensibles, me aseguro de que la savia esté contenida para evitar exudaciones que puedan infectarse; así, cada operación se convierte en un acto de respeto y precisión.

Tras cada jornada de corte y limpieza, me detengo a observar el paisaje: un olmo bien mimado no solo resulta más seguro frente a tormentas, sino que también enriquece el entorno con su porte esbelto y su dosel bien ventilado. Gracias al mantenimiento arbóreo profesional, disminuyen los riesgos de caídas de ramas, se facilita la absorción de luz y aire, y se potencia la longevidad de nuestros gigantes verdes. El paseo por la provincia termal adquiere otro matiz: cada ejemplar refleja la labor de manos expertas que entienden de botánica, clima y estética, y trabajan con pasión para que la majestuosidad de estos árboles siga llenando de vida y belleza cada rincón de Ourense.