Las aficiones de mi hijo 

Cuando nació mi hijo ya hace unos añitos pensé en qué cosas podríamos llegar a compartir cuando él fuera mayor. Yo tengo muchas aficiones y pensé en que a él tal vez le gustara la música o el cine como a mí, como al fin y al cabo nos gusta a la mayoría. Y sí, al final le gusta todo eso, pero no de la clase que me gusta a mí: la brecha generacional es inevitable. 

Resulta que el chaval se ha hecho muy aficionado a todo lo que viene de Japón. Dice que es un otaku. Yo le hablo de las películas de Kurosawa o Ozu, pero él me mira como diciendo: “pero de qué hablará este carcamal”. Y me enseña animes y mangas y todas esas cosas. Como yo soy de los que no se da por vencido fácilmente me he propuesto intentar compartir esta afición por el Japón contemporáneo con él haciéndole una sorpresa: le voy a regalar estores juveniles serigrafiados con uno de los personajes de su manga preferido.

Sé que estoy asumiendo un ‘riesgo’, porque no hay cosa peor para un hijo adolescente que su padre intente ‘ir de guay’ como se decía en mi época, ahora supongo que se dirá de otra manera. Pero es que su habitación necesita un cambio. Hemos adaptado la vieja habitación de niño a una de mayor en la que necesita espacio para estudiar, con lo que hemos instalado una cama plegable que se puede subir y bajar dejando mucho espacio libre.

Él está súper contento porque además le hemos dejado meter mano en todo el tema de la elección de los nuevos muebles. Y las paredes ya las tiene llenas de sus héroes del manga. Pero como también vamos a cambiar las ventanas, retirar las viejas cortinas y colocar nuevos estores juveniles, he pensado que sería un puntazo (se dice así, ¿no?) decorarlos con uno de los dibujos que él ha hecho en su libreta. He localizado el dibujo por internet y creo que van a quedar muy chulos. Igual hasta logre que un día se ponga con el carcamal de su padre a ver una peli de Kurosawa.