El salón como campo de juego

El salón era nuestro y ahora es suyo. Nuestro hijo ha ocupado el territorio en el que, no hace mucho, sus padres descansaban, comían, dormían la siesta o veían la televisión. Ahora ya no descansamos en el salón, la siesta es imposible y la televisión solo pasa dibujos animados. Al menos podemos comer, pero rapidito…

La culpa no es suya, claro. Decidimos ir colocándole juguetes en el salón porque la habitación donde duerme es un poco pequeña y ahora más todavía desde que le colocamos una cama y quitamos la vieja cuna. Hicimos algunos cambios en el salón para que fuera un poco apta para él. Por ejemplo, colocamos un armario de baja altura que puede usar para guardar los juguetes, pero también como mesa para jugar. Muy útil, la verdad. 

También pusimos cortinas verticales baratas que dejaran pasar la luz pero aislaran un poco ya que nosotros no teníamos ninguna cortina ya que tampoco encendíamos mucho la luz. Como dije antes, el salón para nosotros era más bien un lugar de descanso así que no necesitábamos tapar las ventanas para evitar miradas indiscretas. Pero con el niño es diferente: ahora pasamos mucho tiempo todos juntos en el salón con la luz encendida y tampoco podemos ser la atracción del vecindario. 

Cuando era más pequeño era más fácil de controlar pero ahora el salón es definitivamente su territorio y los papás somos solo invitados a su fiesta. Así que nosotros hemos empezado a ver otros lugares de la casa de otro modo, viendo más posibilidades a las habitaciones más pequeñas. En mi caso, tengo un despacho en el que trabajo la mayor parte del tiempo, pero ahora también leo o, incluso, hasta como. 

En ocasiones entro en el salón mientras el niño está jugando y se esconde detrás de las cortinas verticales baratas y sale gritando ¡papá! y me da unos sustos de muerte. Pero bien. Solo espero que en el futuro no nos niegue la entrada en su territorio y nos haga firmar permisos de residencia como si fuera Donald Trump en Estados Unidos con los inmigrantes.