Viajes a medida 

Cuando me ofrecieron colaborar en el proyecto no lo vi muy claro y me lo pensé durante bastante tiempo. Tenía dudas de si era el mejor momento para embarcarme en un proyecto turístico teniendo en cuenta la situación de crisis que hemos vivido recientemente y que el panorama tampoco es mucho más prometedor. Pero el entusiasmo de mi vieja amiga de la universidad ayudó a que me planteara, al menos, colaborar durante un tiempo.

El proyecto se enfocaba hacia los viajes a medida para particulares, especialmente centrados en el norte de España, que era la zona que mejor conocíamos y en la que residimos. La idea se apoyaba en dos observaciones: que la gente tiene cada vez menos tiempo y que los viajeros buscan cada vez más experiencias personalizadas. 

Por ejemplo, podíamos organizar un viaje gastronómico por Galicia en el que los clientes visitaran unas bodegas rias baixas, varios restaurantes de nivel, y conocieran alguna lonja en la que se vende el pescado fresco. Aunque pueda parecer curioso, la propia ciudad de Tokio transformó su famoso mercado de pescado de Tsukiyi en toda una atracción turística. ¿Por qué no hacer algo parecido en Vigo?

Pues así, más o menos, funcionaría el proyecto de los viajes a medida. Por supuesto, sería un proyecto dirigido especialmente a clientes con cierto poder adquisitivo que son lo que suelen “no tener tiempo” para organizar viajes. Pero la idea era también acercarse a otra clase de viajeros que buscan experiencias muy particulares en sus destinos. Por ejemplo, también surgió la idea de organizar un viaje especial para fanáticos del misterio en los bosques asturianos, o para conocer la leyenda del Pico Sacro de Galicia.

Así que finalmente decidí aceptar la oferta para comenzar a colaborar con este ambicioso proyecto, pero en principio de una forma parcial para tener margen de maniobra. De cualquier forma, estos primeros meses no han ido mal, centrándonos sobre todo en turismo gastronómico visitando bodegas rías baixas y haciendo recorridos culinarios por pueblos y ciudades. Y es que el viaje y la comida maridan más que bien.